TEJADA GÓMEZ VIENE A NACER
(teatro)
Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos - Colección Desde la Gente, 2006
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Del prólogo, fragmentos
Antes de empezar,  algunas consideraciones

Idea argumentalSe da por hecho que Tejada Gómez murió el 3 de noviembre de 1992. El concepto esencial de la aventura que propongo es la resurrección, una herramienta que los humanos extraviamos o nos dejamos quitar. Sin más ni más dimos por descontado, aceptamos como definitivo que la resurrección es una pertenencia exclusiva del dogma religioso.
Aquí se decide no acatar ese mandato milenario.
¿Cómo concretamos esta suerte de rebelión? A partir de los prodigios de la memoria semillando. Es decir, memoria mediante, yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos podemos contradecir la muerte, podemos hacer que el Paraíso suceda aquí en la Tierra, podemos vadear el eterno mandato del exilio. Podemos, también, resucitar. ¿Por qué no? Resucitar sin metáfora, sin incienso, sin intermediarios celestiales.
Con esta premisa se desenvuelve el encuentro entre el Oficiante y Tejada Gómez. La cuestión es convencer al Poeta para que retorne al reino de los vivos, para que vuelva a nacer. Y para que se quede a vivir.

¿Cómo elaboré la conversación ilusoria?En este encuentro, lo que Tejada Gómez cuenta o responde ha sido entresacado de su poesía. El personaje sólo puede hablar en poesía. Ésa es la condición para que se alumbre este parto-resurrección.
El dialogo es ilusorio. Hilos, hebras, párrafos de su poesía, se convierten en conversación en un nuevo tejido. Hay momentos, por ejemplo el del epílogo, que urdí con líneas sueltas, tomadas de siete poemas en sus distintos libros. Eliminé las comillas propias de la textualidad para facilitar visualmente la lectura.
En este texto conviven todo el tiempo recursos del teatro, de la entrevista/reportaje periodístico, y de la poesía misma.

Entonces, esta propuesta ¿qué es?No es teatro en el sentido usual del término. No es tampoco la compaginación de un “collage” de poemas. Se trata de lo que prefiero denominar levemovimiento de la palabraquieta. Esto no es la espiga ni es la harina ni es el pan. Es gestación a la vista. Es la harina en trance de hacerse pan.

Antecedentes. Este procedimiento lo vengo utilizando desde enero de 1967. Entonces publiqué, en el diario Los Andes de Mendoza, mi primer diálogo ilusorio, textual pero fuera de contexto. Había muerto Oliverio Girondo. Me negué a la necrológica. Y me puse a conversar libremente con él, que me respondía desde su libro Espantapájaros.
Posteriormente, en mi libro Fuera de contexto (Editorial Galerna, 1991) reuní, aparte de ésa con Girondo, otras semejantes con Juan Rulfo, Henry Miller y entre Vincent Van Gogh y Franz Kafka.
Ya en el terreno teatral, comencé la serie de resurrecciones con Federico García viene a nacer (estrenada en 1986 por Miguel Ángel Solá, Titina Morales, e Inda Ledesma, también directora) y Violeta viene a nacer (estrenada en 1993, por Virginia Lago y elenco, dirigidos por Javier Margulis y Rubens Correa). Estas dos obras también fueron editadas, en conjunto, por Galerna en 1991.

Fuentes. Para Tejada Gómez viene a nacer trabajé con los siguientes libros del poeta: Tonadas de la piel, Antología de Juan, Los compadres del horizonte, Tonadas para usar, Profeta en su tierra, Cantata popular de las comidas, Historia de tu ausencia, Ahí va Lucas Romero, Cosas de Niños, Estado de sangre.

Algo más.El lector notará en muchos pasajes de este encuentro una fuerte carga de entusiasmo, una por momentos fuerte apelación a la esperanza, una denodada voluntad de utopía. Tal vez por eso este diálogo suene muy candoroso, setentista. Pude haberlo sofrenado, o limado, pero al contrario, le cuidé, le resguardé celosamente esa frecuencia. Por varios motivos: el principal, porque en la transición del siglo 20 al 21 nuestra sociedad, tan sometida al saqueo y, lo que es peor, a la entrega y donación de sus bienes y del mismo mapa, estuvo al borde de ser convencida de que tener esperanza es cosa de tontos sin retorno.
Armando Tejada Gómez, como Pablo Neruda, fue un porfiado, un implacable fanático de la esperanza. Éste, su candor arrasador, es un bien imprescindible, sobre todo en tiempos aguachentos, desganados, en los que prevalece la digestión como única actividad cívica, o  la comodidad del cinismo. En fin, el obsceno lujo de bajar los brazos.