De fútbol somos
(Ensayo / periodismo / cuentos)
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2001
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Del Prólogo, fragmentos
LA CONDICIÓN ARGENTINA, FÚTBOL MEDIANTE

Ninguna otra cosa en la vida iguala tanto a los humanos como el fútbol. Salvo la pareja muerte. (Pero con la muerte no tenemos chance de darnos cuenta y gozar de semejante igualdad).
El fútbol –reza un porfiado lugar común– es, gol mediante, un orgasmo. Agreguémosle: es el único orgasmo que pueden tener con semejante intensidad el joven y el anciano, el magnate y el marginado, el sabio y el analfabeto.
El fútbol es una patria, y mucho más. En cuanto patria es un fervor más sostenidamente intenso que la patria misma, la explicitada por mapa, bandera e himno.
Todas las religiones, reunidas, encontradas en armonía, funcionando en sinfonía ecuménica, no convocan tanta intensidad y desvelo como el fútbol,  y más a propósito de los mundiales.
Con estas afirmaciones no pretendo descubrir ni calificar al fenómeno del fútbol; estoy tratando de describirlo, fuera del elogio o de la crítica. Esto que pasa con y por el fútbol es así para bien y para mal, para goce y para martirio, para éxtasis y para horror.

Aquella discusión con Di Benedetto
Este libro me nació en 1961, lo amasé durante casi cuarenta años y lo escribí en cinco meses. Viví al fútbol en casi todas las formas posibles: lo jugué desde pibe hasta casi mis veinte años. Por entonces mi miopía avanzaba; jugar sin anteojos me resultaba algo así como correr en medio de la densa niebla. De la pelota me enteraba después. Allí supe que para mí, sin anteojos, la vida no tiene sentido. Y el fútbol en consecuencia. En la adolescencia fui director técnico de un equipo de pibes. Como jugador era un centrohalf que caminaba y conversaba el partido. Nadie me sacará de la cabeza que fui un número 5 extraordinario. Antes de esto que cuento, alrededor de mis cinco o seis años, yo trasmitía en soledad encuentros que duraban fácilmente entre dos y tres horas. En la escuela primaria y al principio de la secundaria escribía los comentarios de los partidos por el campeonato del colegio. Incluso escribía los comentarios de los partidos en los que yo jugaba; una vez llegué a decir que fui decisivo en el triunfo de mi equipo; claro, el mejor hombre de la cancha. Periodismo comprometido con la verdad.
Por entonces, como hincha de Luján Sport Club dejé pedazos de garganta en los domingos de los años 50. Fui protagonista de una trifulca brava en donde cobró hasta la policía. A todo esto, ya estaba aprendiendo a decir las cosas de manera alambicada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Empezaba a trabajar en el diario Los Andes de Mendoza, teniendo como jefe a Antonio Di Benedetto. Una noche de ésas que sucedían al compás del vino oscuro, me crucé con él a propósito del fútbol. Fue una discusión terrible y prodigiosa, una discusión limítrofe. Di Benedetto, como todos, tenía sus cosas: no sabía andar en bicicleta y aborrecía el fútbol. Yo, desde la insolencia veinte añera, le aseguraba que mientras no aprendiera a andar en bicicleta iba estar incapacitado para aprender el alfabeto secreto del fútbol. Y por eso se perdía un costado de la vida. Las cosas que Di Benedetto decía del fútbol y del humano en situación de hincha eran devastadoras. En la eternidad de aquella noche nos dimos duro y parejo, nos dijimos de todo, fuimos fervorosamente impiadosos; sólo faltó, por así decir, que nos agarráramos a las trompadas. La música del vino oscuro disolvió en verbo la épica de los puñetazos. En cierta forma el cruce fue más cruento: nos agarramos a los adjetivos.
Consecuencia de aquella discusión con Di Benedetto: di una conferencia que se tituló Desagravio al fútbol, en el Club de Extensión Universitaria de la UNC. Me fui con un grabador para ilustrar distintos momentos, pasé decenas de goles y a ratos vivificaba las sensaciones del jugador o el hincha de fútbol con pasajes de Mozart, Beethoven, Vivaldi, Tchaicovsky, Berliotz. A mi izquierda, sobre la aterciopelada mesa de disertante, tenía un fútbol número 5. Di Benedetto llegó a la conferencia con una docena de compañeros del diario unos veinte minutos después de comenzada. Lo vi entrar y no titubeé: rebobiné el grabador y empecé todo de nuevo. Así fue: con la discusión que me empujó a esa conferencia nació este libro.
Seis años después, Di Benedetto y Edmundo Moretti decidieron que dejara un tiempo la sección de crítica de artes y espectáculos y que dirigiera un nuevo suplemento deportivo de los lunes. Me concedieron el privilegio de tener una columna con mi firma (por entonces la única del diario). Enseguida me solté a opinar y a tratar de explicar el mundo y el país a través del fútbol. Llegué a escribir una columna titulada La Universidad de Cuyo se parece a River. Dicho sea: River por esos días era un equipo incoloro, insaboro y, sobre todo, inodoro. Las desventuras de esos años como periodista deportivo las refiero en el capítulo referido a Racing del 67.
De todo esto quiero rescatar algo, a propósito del, para mí, estimulante maestro Di Benedetto: los años y tanta muerte contra natura nos enseñaron, más que a ser tolerantes (la tolerancia suena a favor, a condescendencia), a saber con naturalidad que la vida se compone de todo y de todos. De los que aman y gozan con Mozart y Pirandello y Becket; y de los que aman y gozan con el fútbol. Y de los que aman y gozan con esto y con aquello también. En el vértigo de esta renovada absurdidad todos tenemos, por lo menos, el derecho a ser diferentes, si es que podemos, si es que nos animamos, si es que nos dejan.

Ésos que se enojan con el espejo
En este umbral me adelanto a alguno de los asuntos que constituyen el eje de este libro. Soy del parecer que la ciega veneración del fútbol es tan eso, ciega, como puede serlo la sistemática demolición del fútbol. A ello me refiero en un capítulo específico. Allí digo que es frecuente, desde el llamado pensamiento crítico, el manejo que promueve una confusión: culpar al fútbol de lo que, en determinadas ocasiones, se hace con el fútbol. Vendría a ser como culpar a la energía atómica por lo que a veces se hace con la energía atómica. El fútbol en sí mismo no es la causa de los males de nuestro tiempo: no es la causa de la violencia, ni de la alienación, ni del embotamiento, ni de la xenofobia. En el fútbol salen a relucir las lacras, miserias de nuestro mundo. La condición humana no es peor por el fútbol. El país que tenemos no es peor por el fútbol. El mundo en el que vivimos no es peor por el fútbol. El fútbol no causa ni agrava. Es un espejo. 
Si el fútbol no estuviera sobre este mundo:
¿La primera y segunda guerras mundiales no hubieran sucedido?
¿El respeto por el diferente hubiera dejado de ser un tema por ya haberse convertido en un hábito?
¿La famosa condición humana estaría hoy en otro escalón?
En todo caso el fútbol, como ninguna otra actividad y/o divertimento, muestra cómo somos y cómo no somos. Pensadores como Sebreli se encarnizan con el espejo. El espejo no tiene la culpa de lo que refleja. La radiografía no tiene la culpa de los tumores.

Estética, ética, religión, superstición, patria
Aparte de un juego fascinante para quienes se permiten aprender a leerlo (es decir, sufrirlo y gozarlo), el fútbol es una baraja. Esa baraja, además de lo único que no se puede sobornar, el azar, incluye estética, ética, religión, superstición, patria. Por su condición de prodigioso espejo, pongámoslo en el ángulo que lo pongamos, nos espeja. Nos hace ver. Nos deja ver. Quiero decir: que más allá de lo que el juego depara, el fútbol nos permite ver, por ejemplo:
· La superstición como forma de violencia.
· La cábala como herramienta que intenta violentar lo que se decide en esto que llamamos realidad.
· El uso de la cábala como doping espiritual y coima al Más Allá.
. La religión usada para conseguir “favores” especiales de los Altos Cielos en la contienda deportiva.
· La confusión, muy propiciada, entre religión y superstición, con la anuencia del  alto clero.
Gracias al fútbol podemos vernos, aprendernos y, tal vez, modificarnos. Aparte del entretenimiento, el fútbol puede ser una forma de conocimiento. ¿Más ejemplos?
· A través del fútbol podemos observar la diferencia que hay entre amor propio y amor por lo propio. Éste, el amor por lo propio, es amor genuino. El amor propio no es otra cosa que odio virtual.
· El fútbol, como ninguna otra actividad, pone en evidencia el error, básicamente discriminador, de atribuir los grandes bolsones de pensamiento mágico y el ejercicio de la superstición a las clases sociales más bajas.
Fútbol mediante podemos ver hasta qué punto nuestra ausencia de racismo es una apariencia mentirosa. A modo de testeo, por allí arrojo esta pregunta: ¿Y si resulta que de pronto se descubre que Maradona no nació en la Argentina sino en Bolivia?

El fútbol y la mujer
También puede servirnos el fútbol para saber cómo andan las cosas entre hombres y mujeres en el vértice de dos milenios. Una inocente pregunta puede abrir una cerradura impensada: ¿Qué ven las mujeres cuando sumisamente miran el fútbol impuesto tevé mediante? Lo que ven ni lo imaginamos. Se está produciendo una notable revolución inadvertida. Sólo como punta del hilo adelanto (de un capítulo específico) que en muchos aspectos la mujer no sólo ha igualado al hombre. En lo que se refiere a conocimiento sexual lo ha superado, lo ha dejado muy atrás. El promedio de los hombres, de sexo sabemos muy poco y creemos saberlo todo. Las mujeres saben muchísimo más y lo más lindo del caso es que les parece poco.
Lo dicho: la visión del fútbol ha cambiado en las mujeres. Las víctimas de siempre han dejado de serlo. Sin ruido y sin alardes están haciendo una revolución tan efectiva como inadvertida. Más efectiva porque inadvertida. Mientras tanto, los masculinos eructamos superioridad en nuestro ingenuo trono.

Fútbol y pecado original

Me ha parecido un escamoteo aceptar sin más que el origen del fútbol se remonta a la mitad del siglo 19. Sin ánimo de mortificar a los teólogos, creí necesario remontarnos mucho más atrás, hasta llegar al ombligo del tiempo: a Dios. Escarbando un poco, por así decir, deduje que Dios tiene todo un rollo irresuelto con el fútbol. Lanzado a tal averiguación he caído en la cuenta de que el famoso Pecado Original no se produjo, no existió. No hubo exilio. En todo caso hubo huida. Una comprensible y saludable huida. (Y no digo más para no atentar contra el relativo interés que pueda tener el capítulo respectivo.)

Para una mejor lectura
Tal vez no sea lo mejor. Pero no siempre uno acata lo mejor. Sé -quien no lo sabe- que hay mucha urgencia en estos tiempos y comarcas, y no me resigno a perder en el camino a algunos de mis eventuales lectores. Por eso me permito adelantar que el siguiente es un libro que utiliza herramientas muy diferentes. Alterno la reflexión del ensayo, con las crónicas y reportajes periodísticos, y con ficciones, relatos, casi cuentos.
Por ejemplo: hay temas, como el de la mujer y el fútbol, o el de las cábalas y supersticiones como forma de coima y/o de violencia, que los desarrollo pasando sucesivamente por el ensayo, el periodismo y la ficción. Dos o tres géneros para el mismo tema.
¿Por qué procedo así? Más que a un propósito deliberado se debe a una necesidad. La reflexión del ensayo muchas veces me resultó poca. Y desde el ensayo me sentí, digamos, eyectado hacia la ficción, en cuentos. El salto del análisis a la vivencia imaginativa me resultó placentero y altamente explorador. Sucedió que hechos reales expuestos desde la información sonaban a veces falsos, pero enseguida la libertad de la ficción los volvió verosímiles, a partir de la complicidad con la otra libertad, la del lector.
¿Alguien me va a creer si desde una crónica digo que un hombre depuso el suicidio, no por el horror al misterio de la muerte, no por el dolor que les ocasionaría a sus familiares, y sí porque si se suicidaba no podría ver más Platense?
¿Alguien me va a creer si informo que dos primos, hinchas enconados de Rosario Central y Newell´s Old Boys, después de muchas apuestas se jugaron mutuamente la vida con el acuerdo de que si había empate se suicidaban los dos?
¿Alguien me va a creer si desde la información periodística digo que para cumplir una cábala destinada a romper una racha de una punta partidos perdidos ante el mismo rival un hermano le presta su mujer al otro?
No. Esto nadie se lo cree. Pero si esas historias emergen desde un cuento, la complicidad de las dos libertades -la del autor y del lector-, pueden llegar a coagular en ese misterioso acuerdo de creencias que garantiza la comunicación. (Para quienes deseen ahondar en esta cuestión, la de los territorios de la escritura periodística y la ficción, esos respectivos “pactos con el lector”, es alumbrador el prólogo que escribió Tomás Eloy Martínez para su libro Ficciones verdaderas.)  
Es más que probable que a los partidarios de la ortodoxia, esta manera de saltar del ensayo a la ficción, del análisis y la información al cuento delirante, les resulte un desarreglo. Pero no todo ha de ser placentero y cómodo. Más que pedirles perdón no puedo hacer. Por otra parte digo una vez más ante estos cuestionamientos: que los géneros literarios hagan su vida, y que me dejen hacer la mía. Cosa que está sucediendo.

El  delirio como método y forma
En vez del realismo mágico, en vez del surrealismo, en vez del sainete, en vez del grotesco, en mis relatos he adoptado como herramienta y modo, el delirio. ¿Por qué? Porque la realidad, nuestra realidad, la del mundo y la del país que nos toca, es tan alevosamente patética, tan alevosamente inaudita, tan alevosamente absurda, que opaca y achicharra a la más disparatada ficción. Sin ir demasiado lejos, vivimos en un país en el que ya el surrealismo no tiene nada que hacer; ha sido desnucado por una realidad que se hace gárgaras con las paradojas. Pues bien, sentí que para capturar este delirium patrio, el realismo, el surrealismo, el grotesco, hace rato resultan métodos insuficientes, anémicos. Por eso adopté la frecuencia del delirio. Porque me parece que el delirio es válido primero para aprender y después, si da el cuero, para transfigurar la realidad. Es, la del delirio, una de las pocas herramientas que nos van quedando. (La otra es la más difícil, la del silencio y adiós.)

Herramienta para el conocimiento
La veneración no quita lo crítico. Resulta por demás frecuente que la veneración por el fútbol derive en textos embadurnados de populismo o que, en dirección contraria, el pensamiento crítico se regocije y relama en el ejercicio de la destrucción sistemática. Para no caer en la comodidad de la irracionalidad a raja cincha, ni en la comodidad del cinismo puerilmente soberbio, me parece necesario advertir que el fútbol, puede ser una forma de conocimiento para asomarnos a la condición humana o, si queremos, a la condición argentina de la condición humana.
El fútbol nos puede dar acceso a muy diferentes reflexiones esclarecedoras. Sumémosle a la diferenciación entre amor propio y amor por lo propio y a la confusión entre religión, superstición y patria, otras vetas. Por ejemplo, fútbol mediante, podemos verificar hasta qué punto la Argentina sigue padeciendo un metabolismo degenerado, el de La cabeza de Goliat que denunciaba Martínez Estrada. Hasta qué punto el cuerpo raquítico sigue devorado por una cabeza monstruosa.
Y también podemos advertir, vía fútbol, que el acercamiento de Buenos Aires al país del interior no es en realidad la buena noticia que podría ser: la gran Capital, entre los dos milenios, se acerca al país del interior sólo empujada por su propia creciente mishiadura. Del mismo modo que la Argentina empieza a ser más Latinoamérica: no la une -como razonaría don Borges- el amor sino el espanto. No se trata de crecimiento o apertura hacia adentro por parte de Buenos Aires, o por parte de la Argentina. No se trata de solidaridad ni de convicción. Se trata de calamidad, de un vaciamiento de todo orden. Nivelación, obligada nivelación hacia la penuria. Ni los mástiles quedaron luego de la década que nos cerró el siglo.

Espejo con ojo de cerradura       
Hay una selecto y calificado grupo de intelectuales que piensa (y siente) que el fútbol es algo nefasto, infeccioso, de consecuencias irreparables. Yo me he permitido ponerme en el lugar de ellos, y después de mucho trajinar he llegado, si no a conclusiones con candado, a nuevas incertidumbres. (Qué sería de nosotros sin las incertidumbres.)
Pienso que el fútbol no es culpable ni inocente. No es la causa ni el ombligo. Es sencillamente un espejo, el espejo que mejor espeja nuestras ternuras y crueldades, nuestros optimismos y depresiones, nuestra congénita y perenne absurdidad.
Me he permitido en algunas páginas, entre la reflexión y la ficción, imaginar lo que tantos intelectuales subterráneamente fundamentalistas desean desde las tripas de sus cerebros: acabar, terminar de cuajo con el fútbol sobre la faz de la Tierra. Las consecuencias de ese vacío creo que dejaría a los humanos a merced de sus furias y frustraciones, en el uso pleno de sus violencias. Entonces, terminar con el fútbol de cuajo derivaría en una descarga en cadena que nos llevaría a una revolución espontánea. También una revolución de cuajo. Tan de cuajo que, quién sabe si quedaría alguien para contársela a otro alguien.
Más que compasión para la pasión uno solicita de los reflexivos exterminadores, reflexión para la pasión. El fútbol es lo que es, pero reitero, puede ser una herramienta para el conocimiento.
Por el fútbol podemos enterarnos deque los argentinos, en relación con a la humanidad, somos como la humanidad en relación con el universo. Los humanos nos creemos únicos. Los argentinos también nos creemos únicos.
Por el fútbol podemos saber que nuestro optimismo es una forma simpática de inmadurez. Que nuestro optimismo es siempre una depresión al revés. Que cuando recurrentemente decimos que estamos tocando fondo, somos recurrentemente optimistas. Porque cancelamos alegremente toda posibilidad de algo peor. Y esa negación nos lleva a un fondo que queda más abajo.
El fútbol no necesita de zalamerías populistas ni del asco de los demonizadores intelectualudos. Hay que vivir y dejar vivir, dijo Lázaro en conferencia de prensa. Fuera de la obsecuencia o del asco, un poco de respeto por el fútbol.
Ni inocente, ni culpable. El fútbol es entretenimiento prodigioso. Y, si no bajamos la mirada, es espejo. Como tal, el que mejor nos espeja.
No rompamos el espejo. Porque este espejo, además, incluye un ojo. Un ojo de cerradura.
No se nos olvide que el fútbol nos puede permitir, como ninguna otra cosa, hasta la bendita posibilidad de averiguar si Dios es argentino o si Dios es internacional (porque está globalizado). Por el prodigioso ojo de la cerradura del fútbol tal vez nos asomemos un poco más a la interrogación sobre la especie humana y, ya que estamos, sobre la condición argentina. Así asomados, quién sabe, tal vez veamos que el presunto ser nacional es menos que un niño, caminar no sabe, y a gatear todavía no se anima. No es tan desolador. Después de todo tenemos tanto para aprender, tanto día de mañana y tanto futuro por delante. Salud, entonces.

Del texto de la contratapa
De fútbol somos no es otro libro más de fútbol. Desde y a través del fútbol, la originalidad de Braceli sorprende tanto por la diversidad del contenido como por el tratamiento. A lo largo de quince capítulos aborda cada tema desde la reflexión del ensayo crítico, desde la vivencia del reportaje periodístico y desde la ficción, con relatos y cuentos. Los títulos son elocuentes: Dios y el fútbol/ Vida, genoma y apocalipsis/ La violencia de (en) la superstición/ La cábala, soborno al Más Allá/ La mujer y el fútbol, y el sexo también/ Borges y el fútbol/ Ser Maradona ihumanum est/. El costado polémico aparece en los capítulos sobre Juan José (“Esclavo de su tesis”) o sobre César Luis Menotti (“Ser de (seudo) izquierda o no ser”).
Braceli goza del fútbol, pero eso no le impide ni el humor ni el análisis crítico. Sus atrevidos relatos de la serie “Fútbol tremens” y sus singulares cuentos muestran a un narrador que, frente al delirium patrio, deja de lado realismo mágico, surrealismo o grotesco y adopta el delirio como herramienta. Una forma extrema para capturar una realidad alevosamente absurda: desguerra de Malvinas, desaparecidos, xenofobia, frivolidad galopante.
“Nada en la vida -dice- iguala tanto a los humanos como el fútbol. Salvo la pareja muerte. Excede a la patria del mapa y a la intensidad de las religiones.” Y a propósito de los que juzgan al fútbol como ombligo de todos los males, el autor pregunta: “Si no existiera, ¿el respeto por el diferente sería un hábito? ¿La condición humana estaría en otro escalón?”.
En todo caso, propone, “el fútbol no es inocente ni culpable. Entretenimiento prodigioso, es el espejo que mejor nos espeja y puede ser una forma de conocimiento. Ninguna otra actividad evidencia tanto cómo somos y cómo no somos. No acusemos al espejo, no lo rompamos. Porque, además, incluye un ojo de cerradura. Si miramos a través de ese ojo podemos averiguar si Dios es argentino o es internacional (globalización mediante). Y podemos asomarnos a la condición humana y, de paso, a la condición argentina. Con esa mirada tal vez encontremos que el presunto ser nacional es menos que un niño, caminar no sabe, y a gatear todavía no se anima”.

ÍNDICE del libro
1  DIOS Y EL FÚTBOL (O viceversa)
. Dios, otro desaparecido
. Refutación del Pecado original
. Dios cae en tentación
. Gol y marxismo
. Dios, el orgasmo, eso
. El último albedrío disponible
2  FÚTBOL, VIDA, GENOMA, APOCALIPSIS
. La mujer sumamente embarazada, la rueda, el fútbol
. Poseídos y poesidos
. Desagravio al espejo
. Amor propio y amor por lo propio
. La respiración
. Tripa, corazón, cerebro
. Imposibilidad de vaticinio
. El genoma del fútbol
. Orgasmo, orgasgolllllll
. Felicidad. Ser y devenir
. Negocio y genoma
. Pablo de Rokha mediante
. Igualdad, igualdad, igualdad
. Prodigioso azar
. La lógica desnucada
. Orgasmo a los 91
. La palabra perfecta
. Otra teoría sobre el Pecado Original
. Compasión por la pasión
. Una revolución espontánea. Y adiós
3  FÚTBOL TREMENS (I, relatos)
. Balada del que está solo y nada espera
. Madre hay una sola
. Misa, de cuerpo presente
. Ibáñez Menta. Pelota de cráneo
. Primer gol en el cosmos
. Cenizas en el Monumental
. Cenizas en la Bombonera
. Eso no se hace
4  LA VIOLENCIA DE (EN) LA SUPERSTICIÓN
Cábalas y promesas: las coimas al Más Allá
1. El fútbol nos mira
. Lo obvio ya no es obvio
. La culpa del espejo
. ¿Por qué, en la degradación, tantas napas abajo?
. La culpa la tiene el otro
2. La confesión empieza por casa
. Confesión de jugador
. Confesión de periodista
3. Religión y superstición: coima celestial, doping espiritual
. La religión como brazo ejecutor de la superstición
. Crónica: el Monseñor y la Virgen
. Crónica-reportaje: Un niño convertido en amuleto
. Curar la enfermedad. Y hacer la salud
. Casificción: Todo sea por Agrelo
5  JUAN JOSÉ SEBRELI
El fanatismo de un cazador de fanáticos
. Casificción: Apocalipsis por fin
6  RACING DEL 67 
. Los silbidos que supimos conseguir
. De esto no se habla
. Casificción: La soga lista por si Racing
. Casificción: Fue sin querer, papá
7  RETRATOS CONVERSADOS (I)
. Oreste Omar Corbatta. La gloria y la desolación
. Casificción: Vida mía
. Carrizo y Gatti. El día de los veinte penales a cancha cerrada
. Hugo Orlando Gatti. “Yo no soy quién para contradecir a Dios”
. Ricardo Bochini. ¿Usted es el famoso Bocha?
. Casificción: La ética, la estética, la yapa
8  FÚTBOL TREMENS II (relatos)
. Aquel incendio ejemplar
. Glóbulos verdes
. El que comía noticias
. Negro, levantáte y andá
. Maradona nació en Bolivia
. El suicidio de Pelé
9  LA MUJER Y EL FÚTBOL
(Y el sexo también)
. Una lenta revolución secreta
. ¿Cómo era antes la relación mujer-fútbol?
. Qué ven las mujeres cuando miran fútbol
. Reportaje: Claudina Ciriaca Vidal (Mujeres son las de ahora)
. Casificción: Monólogo de la yegua incomprendida
. Casificción: Monólogo de la esposa emputecida
10  CESAR LUIS MENOTTI
Ser de (seudo) izquierda o no ser
. Noviembre de 1982 / Julio de 1986 / El pez por la boca / Agradecimiento
. Casificción: Un gaucho histórico en el Mundial del 78
11  BORGES VS. FÚTBOL
. Esa guarangada multitudinaria
. Conversación con Borges
. Conversación con Bioy Casares
. Las razones del odio
. Casificción: El día que Borges pisó el verde césped de River
. Discusión ilusoria: Con Borges en el año 2000
12  RETRATOS CONVERSADOS (II)
. René Houseman. La muela del fugitivo
. Carlos Salvador Bilardo. El zumbido y el sillón de Rivadavia
. Casificción: Paraíso vacante
. Norberto Alonso. Año 1987. Adiós definitivo al fútbol
. Casificción: El último partido (secreto) del Beto Alonso
. Ángel Clemente Rojas. El día que Rojitas no pudo pisar la Bombonera
. Casificción: Había una vez el Imperio Romano
13  FÚTBOL TREMENS III (relatos)
. Los abuelos
. Sólo le pido a Dios
. Pienso, luego existo
. Un furgón marrón, de techo amarillo
. Últimas palabras
. El penal del juicio final
. Casificción: Monólogo de seminarista atrevido
. Radio abajo del arco
. El día del gol
14  SER MARADONA INHUMANUM EST
. Cornisa de nosotros
. 48 razones para estar agradecidos de Maradona
. Casificción: Desde la cruz, poema de Diego M. Para Charly G.
15  DE FÚTBOL SOMOS (cuentos)
. Piedralibre
. Corazón dividido
. Gravemente arquero
. A los 27 minutos
. La cábala más dolorosa del mundo
. Balada del pulóver vacío
. El último empate
. Yo, argentino
. El centrohalf que soñaba
. Adrián Platense
. Señor Labruna
. El arco de Noé
. Poetarquero
. De qué somos

 
   
 
OPINIONES
 
 

HÉCTOR TIZÓN
(Escritor. Carta personal 3/6/2001)
“He leído “De fútbol somos”, y quiero decirle, sin exageración ninguna, que hace mucho tiempo la lectura de un libro no me atrapaba tanto como la de éste. Sobre este asunto del fútbol yo tenía, hasta esta lectura, una opinión semejante a la de nuestro común y querido amigo Antonio Di Benedetto, opinión que, ante mi perplejidad y asombro, ha comenzado a variar. Es que, quizá, el fútbol en su libro no es más que un gran pretexto, absolutamente válido y digno, para meditar con hondura (¡y sobre todo con gracia!) sobre lo esencial de nuestra vida. Además, su excelente prosa es un raro ejemplo de antisolemnidad y hondura.”

ANTONIO SKÁRMETA
(Escritor. Embajador de Chile en Alemania. Carta personal 10/4/2002)
“A De fútbol somos lo disfruté como escritor y aficionado al deporte. Tiene usted una cultura y un entusiasmo activo que animan su prosa tan comunicativa. Lo de Borges, Menotti y Gatti es genial.”

JULIO A. RUDMAN
(Periodista, conductor de “Buena Letra”)
“Rodolfo Braceli nos lleva estéticamente de la mano por los distintos caminos de la palabra y la redonda. Éste es un libro coral, escrito desde la alegría y el placer, y abre la posibilidad de vernos de otra manera. Estamos ante un libro inclasificable; es decir, estamos ante lo inasible del misterio estético.
El guiño resulta ser un ardid antiguo para levantarse una mina o un tipo, según el caso. Sin embargo, el guiño sigue siendo el elemento literario básico para lograr, o intentarlo al menos, la complicidad del lector. Rodolfo nos lleva estéticamente de la mano por los distintos caminos de la palabra y la redonda. Cabe la posibilidad de que señores con moñito y señoras muy de canasta jugar ni se detengan ante esta obra. Ellos se lo pierden. “De fútbol somos”, es un libro coral, escrito desde la alegría y el placer que pueden brindar una rabona de Borghi, el chanfle de Francescoli, o aquél “barrilete cósmico” como eternizó Víctor Hugo Morales al segundo gol de Diego a los ingleses.
No debe haber actitud más odiosa que la de hacer rankings en literatura, pero para este lector, este libro abre la posibilidad de vernos de otra manera. Mientras lo leía dudaba acerca de la prelación entre las justificaciones. Si el fútbol no existiera esta obra justificaría su invención. Pero también puede ser que el fútbol justifique la alegría de escribir. La referencia más inmediata es Eduardo Galeano. También suele mencionarse a Camus, a Soriano y alguno más. Pero en ninguno está ese sabor de idiosincrasia que le pone Rodolfo cuando “destruye” a Sebreli, “desenmascara” a Menotti y retorna a los años felices de su Luján Sport Club.
Una última mención con referencia al género. Otro acierto más: estamos ante un libro inclasificable; es decir, estamos ante lo inasible del misterio estético. Ni libro de cuentos, ni recopilación de entrevistas, ni ensayos, ni antología de poemas. Todo eso y un plus: la complicidad."